sábado, 2 de junio de 2007

CRONICA DE UNA CIUDAD ENAJENADA


Los semáforos no marcan ningún color. Supondremos que son las seis o siete de la tarde de un día laboral intermedio, dícese de un miércoles o jueves, las personas salen del habitual horario de oficina, el centro de la ciudad inicia un movimiento excéntrico de automóviles de color amarillo, que simulan el trayecto de insectos chillones que tenderán a perderse entre los últimos postes de electricidad que ofrece el concreto o el arenal urbano marginal. No obstante nos encontramos ante la subversión cromática los semáforos parecen enceguecidos, o es que hartos han decidido taparse los ojos para ver que tanto pueden jugar los seres humanos.

Muchas personas tratan de cruzar las calles evitando ser atropelladas; se escuchan gritos de molestia conductores que vociferan entre ellos que avancen, mientras la indecisión en los cruces de los jirones ha provocado ciertos roces entre los automóviles. Algunas personas las más sensatas aun guardan la madura cortesía; ceden el paso o dicen por favor al pedir algo y expresarlo hacia otra persona; no obstante al poco tiempo son pasadas por alto y se pierden en lo más hondo del embotellamiento vehicular. La situación se convierte en una confusión de idiomas y sin embargo es el mismo cristiano español que con la desesperación asume ciertos dialectos algo indescifrables. Los policías intentarán en vano reemplazar las funciones de los semáforos, estos como invidentes muestran la ceguera de la trilogía de sus ojos, con cierto grado de conformidad. No tardará la gente en golpearse y en aparecer los primeros delincuentes robando bolsos, partes de automóviles, billeteras o realizando cualquier tipo de pillaje; en consecuencia las tiendas empezarán un plan de cierre masivo a pesar de que durante estas horas el intercambio comercial se supone casi siempre mayor. Algunos niños llorarán buscando a sus padres pero el intento no es suficiente para mantener el orden; los padres no saben si el semáforo se encuentra en rojo o verde. El amarillo o ambar propondría la duda, la incertidumbre o al menos el escepticismo necesario para poder seguir juzgando y tomar decisiones y no asumir la actitud escolastica del caos irracional. Sin embargo los semáforos no dan ni señales de pestañar o la posibilidad de ello.


Apenas quince minutos han pasado de los hechos y algunos de los más respetados vecinos de la ciudad pedirán una solución directa al alcalde. Este que es un viejito bonachón de supuesto buen carácter, llama a sus asesores que le informarán que los técnicos e ingenieros encargados de los semáforos no encuentran ninguna explicación a tan extraño fenómeno. Las conexiones de alimentación eléctrica se encuentran conformes, la estructura física del aparato intacta, solo un maleficio o una brujería explicaría la inoperatividad de estos reguladores artificiales del transito mecánico humano.

El alcalde asumirá la postura del castigo divino o de la magia retorcida y se comunicará inmediatamente con el arzobispo de la ciudad. Que sin mucha ceremonia partirá con su habitual parquedad acompañado de sus demás sacerdotes a excorsisar a cuanto semáforo heresiarca y ciego encuentren por la ciudad. Sin embargo los semáforos parecen carecer de algun respeto teológico o de que no les causa mucha gracia escuchar oraciones en un latín muy en desuso, ver las imágenes de las cruces cristianas o sentir la humedad del agua bendita. Impasibles cerraran los ojos en un inexorable sueño.

La gente parece resignarse y asumir un éxodo errático. Abandonan sus autos algunos ya con evidentes signos de golpes graves; las personas caminan buscando orientación e irónicamente siguen observando los semáforos. Han pasado tres horas y el stress general es insoportable. El gobierno ha tomado cartas en el asunto y ha asumido una solución agresiva traer en aviones y helicópteros del servicio militar nuevos semáforos para reemplazar o los invidentes. Los reemplazantes son rápidamente puestos en sus emplazamientos pero también asumen la posición monocromática del silencio visual.

Al día siguiente científicos reconocidos de todas las partes del globo han llegado a la ciudad; han examinado los semáforos ciegos; luego de exhaustivas pruebas concluyeron que es un virus desconocido o es el simple aburrimiento de los semáforos. Tratamiento déjesele reposar de tanta carga humana por una semana. Por favor use bicicleta o camine para poder movilizarse.

1 comentario:

L. M. Armas dijo...

Muy buena crónica. Muy verosímil. Sigue escribiendo así. Vas por buen camino.