sábado, 24 de enero de 2009

TEXTO DENTAL PRESCINDIBLE A MARIANA


Nunca supe el día en que estuvimos. Tal vez lo olvidé como dicen los psicoanalistas por autoprotección, quizás fuese en realidad porque intuía lo inevitable: una sonrisa extremadamente perfecta por dos años de tratamiento ortodóntico.

Recuerdo eso sí, la primera pulpotomía, el niño terrible que me golpeó en la boca y que destrozó un foco de la unidad dental; tú no imaginabas como podía aguantarlo, siempre fui intolerante. Lo sabías. Te burlabas, mencionabas cuentos sobre dentistas y su celebre ignorancia inocente, esa tristeza que cargan de ser la mitad de todo: de un médico, de un artesano, de un psicólogo… Es como no ser nada. Luego me besabas.

Llegaba tarde a nuestras citas por los trabajos o las consultas con los pacientes. Luego era la banca: el lugar céntrico, la posibilidad de mi barroquismo imberbe, de las tendencias a mencionarte y persuadirte sobre el amor con palabras retorcidas. Pero tú siempre fuiste más inteligente, no como las otras; tú no eras la niña tierna que me contaba sus problemas con baladas cursis de finales de los noventa, ni la muchacha que ocultaba la verdad con sonrisas fingidas, ni siquiera la joven que después de fumar marihuana decía quererme. Eras extraña y eso implicaba también el amor.

Me acusabas con razón de desconsiderado, que mientras estábamos solos no eran necesarias mis presunciones de escritor, que no necesitabas versos. Tus piernas pálidas perseguían sombras extrañas, observabas los libros de Eielson con ternura, pintabas y yo dibujaba con el dedo sobre tu espalda animales desconocidos ¿Era una locura? Pero aún pensaba.

La descarga del colgajo, la encía adherida, el levantamiento con la legra, la osteotomía: la tristeza del hueso, la humedad de la sangre: el olor reciente de la vida con la saliva. Lo olvidamos, al menos el inicio para evitar los círculos: las inevitables repeticiones. Porque tú nunca creíste en la pertenencia, eras la libertad; y yo no podía acusarte Te amaba.

Ahora te sueño sin boca: grito oscuro. Así, Mariana: niña escuchando baladas, muchacha con bate de marihuana y sonrisa fingida por dos años de ortodoncia.
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2 comentarios:

Anónimo dijo...

chúpame la polla

Anónimo dijo...

y luego te la meto por atrás...